domingo, 30 de marzo de 2008

Soy un incrédulo cuando mis ojos te miran ahí, recién llegado a un hogar que no es el tuyo, pero que se muestra como un mejor espacio, en donde estás destinado a reposar tu cansancio, si cansado estabas, y yo imagino que así debe de ser, pues con el ir y venir de tus pasos no era para menos. Sigue siendo tan increíble esto que no puede mi tranquilidad mantenerse firme, viendo que estás ahí, tan villanamente, tan absurdamente como descansando, en tal sosiego que no te importa sentirnos detrás del cristal por donde nosotros te observamos; tú allá, en el hermetismo de una atmósfera que por ahora no corresponde para nosotros; y aquí, en donde sigue el tránsito común de las cosas, donde sigues estando a forma de imagen, estamos muchos aún, esperando con una terrible ansiedad el momento, que ha de llegar insoportablemente, en que tú has de sumergirte a tocar las profundidades de la vida que, como tantos, descifraras.

La noche está durmiendo allá arriba; todo está tranquilo en rededor; la luna se oculta detrás de incipientes nubes mientras aquí abajo se escuchan las voces sollozantes, como un murmullo del viento inquieto, que zumba en los oídos como un eco misterioso:

Salgan, salgan, salgan, ánimas de pena

Se ve salir el humo de las ollas cuando las mujeres allí, acurrucadas, soplándole al brasero, se detienen un momento para levantar la tapadera y servir, hasta dejar rebosantes, los jarros de café. Aun cuando tú sigues tan sereno, descansando, la gente que está aquí hace como si quisiera despertar a tus ojos, tus manos, tus pies, que ya no andarán por ningún lugar. No podrás caminar más como hacías apenas hace algunas horas; imagino tus pasos allá, justamente, arriba, tanteando apenas el abismo, un abismo que tú ni siquiera presentías y que cuando menos lo esperabas, pues quién se lo espera, ya estabas hundido, sobre el suelo firme de aquella profundidad. Y te sigo imaginando, acostado sobre el suelo con hilos de sangre saliendo de tu boca, tocando todo tu rostro. Y te quedaste así, inmóvil, sí, sin más fuerzas para respirar, para abrir tus ojos nuevamente.

Pero seguimos aquí, y no creo que nadie te abandone a la soledad. Siento que todo esto es una broma que ya debe de terminar; estás durmiendo, eso es: estás inmóvil porque quieres hacerlo, es voluntad tuya, porque si quisieras, en este instante alzarías la cara y dirías "qué sucede" y nosotros, con la voz tímida tal vez te diríamos que ya estás muerto, que no lo esperábamos y que lo mejor sería que te recostaras, pues tu descanso apenas comienza... Pero comienzo a sospechar que esto es muy en serio, y me cuesta tanto creerlo.

Las voces ya se han callado, no hay ni sobras de un poco de ruido de la gente de hace rato, y por el momento sólo el canto de los grillos se escucha, así, que pareciera cual si acompañaran a dormir a la noche que no se deja amanecer. Ya cederá. Para entonces, cuando el sol se empiece a interponer delante de la luna, tú seguirás aquí y sabrá lo que ha de ser. Yo siento que mis pupilas se empiezan a cargar de esa cosa que hace que se nos cierren los ojos para que se pongan bien tiesos, pero todavía no quisiera dormir y prefiero traerlos bien abiertos para no dejarme vencer; creo que me empieza a dar miedo cerrar los ojos.

Sí tan sólo pudieras mirarte, estoy seguro que tampoco lo creerías, ¡cómo¡ si apenas hace poco tiempo que dormías entre sábanas, preparándote para recibir el amanecer, pensando que tal vez aquel día fuera el día que encontraras trabajo. Y vaya ironía; fue así. Sí, otra vez al trabajo y a las esperanzas. A lo mejor te dijeron que ya comenzabas tu jornada ese día y que te treparas a supervisar tal o cual cosa, para qué, sigue mi furia preguntándose. Para qué, si sólo habías de recibir una paga injusta para ti y la familia.

A esta hora ya son muchos los vasos que estarían llenos de lágrimas, pero que no lo están porque casi todas ya están desperdigadas por el suelo, como tu sangre, que a diferencia de estas lágrimas, que ya se evaporaron, seguirá allí en el suelo de ese lugar (un supermercado), pintada todavía. Fue tu primer día de trabajo y el último de tu vida. Y no digo de tú existencia, porqué sigues ahí y para demostrarlo está mi mirada que te observa, y aun que tal vez para más al rato, ya no lo pueda seguir haciendo, tú seguirás estando durante toda la eternidad. Bien se dice:

Polvo eres y en polvo te convertirás


J. C.

Un día de marzo de 2008
Para David, que continua por algún lugar del espacio, y que pronto renace.